18/5/14

La cosa frágil




Nació en Columbus en un día cálido (¿o durante una noche gélida?) de febrero de 1917. Sus padres, los Smith, la llamaron Lula Carson.
      El ambiente de pueblo pequeño asfixiaba las aspiraciones de grandeza, su sueño de ser concertista de piano. Éste lo llevó a matricularse en la prestigiosa Juliard, en Nueva York.
      Pero Lula tenía otros planes para su vida. O la vida tenía otros planes para Lula. Nunca asistió a la academia. En cambio, tomó cursos sobre literatura y escritura creativa en la universidad de Columbia: había encontrado una nueva vocación.
      Durante ese tiempo trabajó para mantenerse y conoció a un soldado de nombre Reeves McCullers, con quien se casó cuando tenía apenas 20 años.
      Mónica Lavin, en su texto “Cuando el sexo es inconsciente de sí mismo”, dentro de su libro Cuento sobe cuento, describe a los dos jóvenes y su aspiración en común: la literatura. En él, Lavín da nota de un pacto inusual: mientras uno trabajaba el otro era libre de escribir.
      Durante el primer año, en 1940, Lula escribió El corazón es un cazador solitario. Lo publicó con el pseudónimo con la que hoy la recordamos: Carson McCullers.

***

Reeves es un nombre prescindible en la historia de la literaura; igualmente lo fue para la vida de Carson.
      La relación a partir del ascenso literario de Lula se fue resquebrajando.
      Las novelas de McCullers*: El corazón es un cazador solitario, La balada del café triste, El reflejo de tus ojos dorados, muestran varias similutes entre ellas y cierto germen autobiográfico. En todas, el sur está presente como una prisión o el infierno. En todas, el amor es una quimera extraña e incomprensible, indomable.
      Así fue la relación entre estos dos escritores. En 1941 se divorcian y la escritora vive a partir de entonces con su editor, George Davis. En ese tiempo Reeves y Carson mantienen relaciones homosexuales, cada uno por su cuenta.
      El apogeo de su fama le permitió conocer y entablar amistad con los intelectuales más destacados de su tiempo: Paul Bowles, Truman Capote y Tenesee Williams.
      Ocho años después de su separación, la pareja regresa y contrae matrimonio por segunda vez. Sin embargo, Reeves no puede competir con las mujeres que atraen tanto a Carson.

***

¿Así?**

En París, durante una tarde, un Reeves demacrado, derrotado, dijo.
      —Carson... Carson. No puedo más.
     Su aliento despedía un hedor a alcohol. Llevaba el saco sucio, la camisa desfajada.
      —¿No puedes más? ¿Con qué no puedes más?
      —Contigo. Conmigo. Con todo, Carson. No puedo más.
     Carson calló. Sin saber con exactitud qué decir, creyó que la mejor respuesta era el silencio.
     —Acompáñame. Terminemos con todo.
      Tenía una sonrisa triste en su cara. Extendió su mano, a la espera de que su esposa la tomara en señal de aceptación. Pero el cuerpo de Carson respondió igual que su boca.
      Todo quedó claro. Reeves se alejó de su mujer. Salió de la habitación en zig zag, sosteniéndose con lo que podía, sin pronunciar palabra alguna.
      Carson regresó a Nyack, en Nueva York. Allí se enteró que su esposo se había suicidado.

***

Beber para olvidar. Beber para no sentir. Reeves fue alcohólico hasta el momento de su muerte. Carson también, al igual que la mayoría de sus personajes.
      Frágil de nacimiento, la vida de Carson estuvo marcada por las enfermedades. Semanas antes de partir a Nueva York para entrar a Juliard sufrió una fiebre reumática, que la dejó en cama durante dos semanas.
      A diferencia de otros autores, que se somenten a los efectos de los enervantes para inspirarse, McCullers lo hizo para escapar del cuerpo endeble del que era prisionera.
      El director John Houston, quien realizó la adaptación cinematográfica de El reflejo de tus ojos dorados (cuyo reparto está integrado por Marlon Brando y Elizabeth Taylor), dijo sobre la escritora:
     “Estaba en sus tempranos treinta y ya había sufrido la serie de infartos que la hicieron una inválida antes de los treinta años. La recuerdo como una cosa frágil con grandes ojos brillantes y un temblor en su mano mientras la dejaba entre la mía. No era parálisis, sino más bien una timidez animal. Pero no había nada tímido ni frágil en la manera en que Carson McCullers enfrentaba la vida. Y mientras sus afecciones se multiplicaban, ella se volvía más fuerte.”
      A esos tres infartos se le sumaron otros dos. El último, en 1967, provocó una hemorragia interna que la llevó a la muerte.
      De su obra quedan las novelas mencionadas más Frankie y la boda, Reloj sin manecillas, una obra de teatro y una veintena de cuentos. Todos difíciles de encontrar porque, lamentablemente, no se editan con frecuencia.
      En sus historias, la autora muestra un visión sureña apocalíptica. Pero, más importante, con sus personajes, como Amalia, la protagonista la Balada del café triste, una mujer androgina o su esposo más femenino; o con el capitán Penderton, de El reflejo de tus ojos dorados, que se siente atraído por un soldado voyerista, la autora demuestra que el amor es esa quimera carnivora, incomprensible e impredecible, que salta los muros del sexo y del género.

_______________
*A partir de ahora, al referirse a este apellido se tratará de Carson, no de Reeves, quien será siempre identificado por su nombre de pila.
** Esta es una interpretación de un momento en la vida de los McCullers.

No hay comentarios:

Publicar un comentario